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Una caricia subida de tono podría romperme todos los huesos. Sin embargo, hagámoslo igual en privado, le dije.

 

Ella es siempre tan fría y, sin embargo, continuamos cayendo en lujuria todo el tiempo: en la oficina, el laboratorio, los baños y los corredores; cuando ya todos se han ido. No tiene remedio. Seguimos los sucesos sexuales, eróticos y hasta amorosos, porqué no.

 

Me enamoré de ésta mujer.

 

Habla como si todo lo que dijera ya estuviese escrito, o alguien se lo sugiriera detrás de la oreja. Actúa por impulsos controlados que me satisfacen. Debo admitir lo mucho que me afectan sus intenciones conmigo, que son puestas por mí. Al final no sé quién se burla de quién, pero es divertido y no me importan las consecuencias.

 

Siempre tan callada, prácticamente sólo habla cuando se lo pido.

 

Acariciarle el cabello. Llevárselo con mis dedos desde su hombro derecho, pasando por su espalda y recargándolo todo en su lado izquierdo. Acariciar el mentón casi cuadrado que tiene, mirarla a los ojos, y meter mi pulgar en su boca: no lo siento húmedo. Su gesto de perfil con su cabeza inclinada y la vista apagada, es la maravilla.

 

Las tardes planas por las lámparas que siempre nos alumbran de color blanco pálido no tienen efecto en su piel de tono metálico, como bronceado por un herrero de los más experimentados bajo las llamas ardientes de los sopletes más poderosos. La misma piel de la que están hechos sus pechos, moldeados por el mismísimo dios. Pertenecientes a la mujer más candente y fría a la vez, los que al morderlos son tan tensos y firmes que me despican los dientes y me duelen de placer.

 

A este punto se me olvida que tengo esposa e hijos, quienes me esperan en casa amorosos como siempre, con abrazos calurosos (que esta mujer no me puede dar, porque es tan fría) como buscando el tiempo que ahora no les ofrezco, porque tengo un enredo sexual y, amoroso, por qué no con una mujer como ésta. Ellos ni se lo imaginan.

 

La verdad cuando veo todo lo que he hecho y sigo haciendo, no entiendo por qué lo hago. Pues mientras yo intento derretirla con caricias inútiles, ella con su frialdad me congela el corazón haciendo que se rompa en pedazos. Todos mis esfuerzos han sido frustrados, creyendo que puedo ganarme un espacio en el suyo, si es que tiene uno en esa cavidad vacía que llama pecho.

 

Esto es tan frío, mecánico y amoroso, porqué no. Pero no basta en realidad, últimamente casi nada me completa o satisface, y esto, por lo menos, pone un poco de picante a la monótona vida que llevaba.

 

De la casa al trabajo y del trabajo a la casa, así me la pasaba.

 

Ahora no quiero salir del trabajo, o más bien, de sus piernas. Es tan fuerte en todos los sentidos, podría levantarme, tirarme a la basura y luego irse sin dudarlo siquiera. Pero no lo hace. Ella no puede hacerlo. Sin embargo, no deja de ser tan despiadada, insensible, brusca y fría; y yo siempre tan caliente. No hablo de una forma figurada, aunque también, porqué no.

 

Algo de culpa llega a mí después de cada encuentro. Es como eso que me dice que estoy atado a acariciarla hasta el cansancio, hasta que mis dedos tocan sus lados más ásperos y sangran. Hasta que me casi me rompe los huesos cuando juega rudo, y yo, al lado de ella tan frágil mirando sus ojos siempre brillantes que me reflejan. Como si lo carnal también me atara a ella. Pero luego recuerdo que no podría ser carnal de ninguna forma, y uso esto para falsear mi moral una vez más y enredarme de nuevo con ella en donde se pueda y como se pueda.

 

No sé por qué me lo pregunto, si en este juego donde me quejo de lo que ella hace sobre mí, soy un dios. Soy quien en realidad puede hacer y deshacer, y así lo hago. ¿Por qué me cuestiono sobre este acuerdo tácito? Porque sobre su conciencia yo tengo todo el poder de manipularla, casi que hablar por ella. Por qué me victimizo y justifico las consecuencias de mis actos, podría parar esto en el momento que quisiera. Pero no quiero.

 

¿Cabe la moral en el año 2121?

 

Por eso luego de la culpa recuerdo cómo bruscamente con mis manos tomo su cabeza mientras la tiene entre mis piernas, siento que la amo, mientras ella bajando, moviéndose con todo mi falo en su boca hace que yo hiperventile de excitación. Le agarro su cabello perfecto. Luego sentada encima de mí, tan sincronizada y siempre letal, va de rápido a lento, como modulada por su instinto de satisfacer. La amante perfecta. A pesar de todo: la mujer perfecta; porqué no.

 

Porque me enamoré. Me enamoré de su gélida piel, pero con el color y textura que me matan, de sus formas perfectamente hechas – por mí de hecho. De la voz que me pareció indicada, del color de ojos que siempre quise que me miraran, la boca que siempre quise que me besara, el cabello del color y con la textura que siempre quise acariciar. De la persona que siempre quise tener: la que pudiese manejar a mi antojo. Me enamoré de sus circuitos, sus engranajes, su pintura ¿qué loco? Me enamoré del prototipo de la robot humanoide que fabricaba.

En privado

Letra original: Babasonicos - En privado

Por: Cristian David Ladino González

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