Lacaya

En esta fotografía está Alicia García de Marmolejo. Se detuvo para ser capturada por el lente de la cámara de su esposo Alfredo Marmolejo Vélez, y parece no importarle.
Una mujer joven, encorvada y coja al caminar. Usa ropas anchas que dejan desnudas sus manos huesudas que se asoman desde el interior del suéter grande, que parece que usa para ocultarse toda en él cuando está sola. Sus piernas: huesos muy delgados forrados en piel, bajo la falda con pliegues que termina antes de llegar a sus rodillas. Está apoyada más sobre su pie izquierdo porque el derecho, sutilmente levantado, lo usa para ser imperfecta cuando pasea por la plaza. Tenía todo su lado derecho defectuoso. Solía tener un particular movimiento en las manos: giraba sus muñecas y sus dedos como si jugara a enredar de extremo a extremo un hilo solo visible para sus ojos.
–Lacaya- le decían en el pueblo, pues de ella sólo conocían a su esposo, era como la criada que iba al pie de su amo.
Para 1938 Alfredo era un hombre adinerado y el único intento de fotógrafo del pueblo. Llevaba a todas partes su cámara y su esposa, no las dejaba solas un instante. Alicia, mientras él le apuntaba con el obturador, posaba la mirada lejos, como si no pudiendo huir de él, escapara por lo menos con esta. Sin inmutarse, el cuerpo desganado, parecía marchito, sin ánimos, a pesar de su corta edad. Siempre con un gesto de aparente tristeza y sometimiento que se puede interpretar fácilmente como las ganas de una niña inocente que quiere salir corriendo.
Era el lienzo perfecto en cada fotografía, llamaba la atención de todo el pueblo cada que salía de su casa. Esta captura fue en el parque principal, muy cerca a la iglesia donde se casó con Alfredo años atrás y donde se realizó la misa por su muerte un par de días después de esta foto.
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Lacaya fue encontrada en el patio de su casa matrimonial. Sus brazos y piernas estaban desprendidos brutalmente del tronco. Estaba casi a metro y medio bajo tierra, eso fue lo que Alfredo alcanzó a cavar rápidamente antes de que la peste de su cuerpo lánguido en descomposición se regara por el vecindario. Había sido muy discreto al matarla, pero ella, no muy cuidadosa al haberse metido con el pintor del pueblo. La torturó tantas veces que no sentía cuando el hombre cortó en una serie frenética de hachazos sus brazos y piernas. Alicia le fue infiel a su marido por no poseer la fuerza para dejarlo mientras estaba viva. La misma fuerza contra la que luchaban en esta foto los labios para sonreír.
Por: Karen A. López