Matar a mamá

Mientras tanto, pensaba que entre más pasaba el tiempo, más seguro me sentía de tener que hacerlo. Ella es la que me inspira. Mamá no se mata como cualquiera, es un ser tan puro que no merece seguir viviendo en este mundo tan desdichado. Ella tiene que morir por mí así como yo moriría después de su muerte.
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Mi semblante cambió cuando Alice me dijo que también imaginaba matar a su madre. No lo podía creer, recordé los instantes cuando paseaba la mugre con la escoba desde la sala hasta el patio de mi casa, imaginando oportunidades para acabar con ella. Esto sirvió como anécdota para afirmarle y contarle a Alice como deseaba hacerlo. Yo tampoco creía que existiera otra persona que tuviera estos deseos tan infames. Fue entonces allí en el antiguo sube y baja de la escuela donde inició una amistad la cual el vínculo era matar a mamá.
No nos veíamos todos los recreos, pero yo la observaba desde la ventana del salón después de que sonara el timbre para regresar a clases. Ella permanecía sentada en un extremo del viejo sube y baja a la hora que fuera. No es que no deseara estar allí, sólo que tenía por principio que hablar siempre de lo mismo era tedioso.
En invierno, cuando no llueve es la neblina la que se toma los rincones de la escuela. Todos nos resguardamos dentro de suéteres, bufandas, gorros y guantes. Al inicio del recreo me encuentro con Alice en el sube y baja. Siempre tenía algo por contarle.
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— Alice, el otro día cuando papá salió a jugar billar, pensé que ese momento era perfecto. Pasó por mi mente que estabas en casa y persuadíamos a mamá para que bajara por las escaleras y te saludara. Cuando se paseara por la cocina la sorprenderíamos por detrás con un cuchillo. Le harías zancadilla y yo clavaría el cuchillo con el que ella corta la carne en su pecho.
—No Mike -me dijo-. De esa manera no se asesina a mamá. Es nuestra madre, Mike. Hay que saberla matar.
Sonó el timbre para entrar de recreo. Esta vez llegué a clase diez minutos más tarde.
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Mi madre es de las que llega sin avisar pero siempre tiene la solución para mis necesidades. Yo la amo y se lo he dicho a Alice, porqué no amarla si es la única persona en este mundo que me entiende y en muchos casos sería a la única persona a la que cuidaría más que a mi vida. Nadie puede hacerle daño más que yo.
Mamá tiene que morir frente a mis ojos porque ella siempre me ha inculcado que no mienta, y que mis acciones estén reveladas ante los ojos del prójimo. Podría envenenar el café de la mañana, así también con ella se van mis hermanos, así podría ver su actitud natural y su cara de improvisto mientras el líquido caliente baja por su garganta. Así entenderá porqué no quiero verla más sufriendo en este mundo.
Pero si ese día no hace café, por el afán de terminar los quehaceres para que papá encuentre todo ordenado cuando llegue; podría sorprenderla después de una discusión en el cuarto de lavado, gritándola tan fuerte que ella desconozca las razones del inicio del enfrentamiento y luego reírme con cinismo después de que ella, furiosa me suelte una cachetada en el lado izquierdo de la cara, por último haría el intento de agredirla sin tocarle un pelo. Sólo el intento. Y después de pensarlo bien unos segundos, tomaría el cuchillo para lo que realmente lo traje y sin pensar más lo enterraría donde está ubicado su corazón. Así pues, ella lo sentiría igual que yo.
Mientras tanto, pensaba que entre más pasaba el tiempo, más seguro me sentía de tener que hacerlo. Ella es la que me inspira. Mamá no se mata como cualquiera, es un ser tan puro que no merece seguir viviendo en este mundo tan desdichado. Ella tiene que morir por mí así como yo moriría después de su muerte.
Por: Karen A. López y Andrés Galeano