Satanás
Mario Mendoza

“El mundo fue y será una porquería, ya lo sé”, canta Enrique Santos. Él también lo sabe. Se levanta, abre las cortinas y hasta la luz le molesta. Baja las escaleras, parece obligado a saludar a sus vecinas. Llega a la panadería de la esquina, saluda cordialmente y el tendero no responde. Su cara se retuerce. Ordena lo de siempre, los calentanos y el litro de leche. Vuelve a casa, toma los libros y prepara la clase de inglés para Maribel.
Él siente disgusto. Los malos modales lo perturban. Le molesta la gente que es incapaz de responder un saludo o dar las gracias. Le enferma la actitud capitalista, clasista de una superficialidad asfixiante e insoportable. Tiene una manía por la asepsia y la pulcritud corporal. Así es Campo Elías.
En el libro se revela la maldad que nos posee a todos en la cotidianidad. Deja desvelar a Satanás. Nos muestra que “el maligno” habita nuestra vida diaria, que no es esa oscura presencia con cachos, cola o patas de cabra. No, somos nosotros, son otros. Es alguien todos los días en cualquier lugar.
Campo Elías es un ejemplo de nosotros (todos) llevados al límite. Él se inspira en el libro de Louis Stevenson, El extraño caso del Dr Jekyll y Mr Hyde. Nos permite adentrarnos en su ser y a través de él ver en nosotros la dualidad que manejamos todos, pero cuando satanás se comienza a manifestar, algunos logramos tomar el control de nosotros mismos.
Es una novela que nos permite ver y quizá desmitificar al maligno, al oscuro, al mismísimo Satanás. Ubicándolo en nuestra realidad, en nuestro propio contexto. También podemos ver más allá de nosotros y lo que podría llamarse el destino, el cosmos o lo que sea que nos enrede con desconocidos en lugares comunes y, nos muestre que a pesar de ser distintos y quizá no vernos todos los días, algunos tengamos en común la desgracia o la dicha.
“Octubre13: Hay una estirpe de individuos que no soporto: los pordioseros. Esos sinvergüenzas que andan por ahí mostrando sus muñones, sus cicatrices, sus hijos famélicos y desnutridos, no me producen sino asco y ganas de estrangularlos. Y cuando digo asco no me refiero a su pobreza extrema, a que me disguste su olor o sus harapos, sino su actitud de bajeza y de autoconmiseración. Me repugna que alguien convierta a su propia debilidad en un espectáculo, y que encima de eso obligue a otros a degradarse dándole una limosna. Es el colmo”. Este es el diario de un futuro asesino. El diario de Campo Elías, el protagonista de la novela.
Por: Anthony Padilla Cotrino